martes, 30 de junio de 2015

Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes?

Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y como las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y se daba por vencida. Estaba cansada de luchar.

Cuando parecía que solucionaba un problema, otro aparecía.

Su padre, un chef de cocina, la llevo un su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las coloco sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las coloco en un recipiente. Sacó los huevos y los coloco en un plato. Coló el café y lo puso en una taza.

Mirando a su hija le dijo:

- "Querida, ¿qué ves?"

- "Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta.

La hizo acercarse y le pidió que colocara las zanahorias en un plato. Ella lo hizo y noto lo blandas estaban.

Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Al sacarle la cáscara, observo que el huevo estaba duro.

Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: 

- "¿Qué significa esto, Padre? "

El le explicó que los tres elementos se habían enfrentado a la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente:

La dura zanahoria llegó al agua fuerte, pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.

El huevo había llegado al agua frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café sin embargo eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cual eres tú?", Le preguntó a su su hija.

"¿Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?.

"¿Cómo eres tú?”.


Aplícate el cuento, Relatos de Ecología Emocional.

miércoles, 17 de junio de 2015

UNA OCASIÓN ESPECIAL. Fábula

Mi amigo abrió el cajón de la cómoda de su esposa y vio un paquete envuelto en papel de seda. 

— Esto -se dijo- no es un simple paquete, es lencería fina.

Tiró el papel que lo envolvía y en efecto observó la exquisita seda y el encaje.

— Ella compró esto la primera vez que fuimos a Nueva York hace 8 ó 9 años. Nunca lo usó. Lo estaba guardando para una ‘ocasión especial’. Bueno... creo que esta es la ocasión.

Se acercó a la cama y colocó la prenda junto con las demás ropas que iba a llevar a la funeraria. Su esposa acababa de morir. Volviéndose hacia mí, dijo:

— No guardes nada para una ocasión especial, cada día que vives es una ocasión especial.

Todavía estoy pensando en esas palabras que desde entonces han cambiado mi vida. Ahora estoy leyendo más y limpiando menos. Me siento en la terraza y admiro el paisaje sin fijarme en las malas hierbas del jardín. Paso más tiempo con mi familia y amigos y menos tiempo en el trabajo.He comprendido que la vida debe ser un patrón de experiencias para disfrutar, no para sobrevivir.
Ya no guardo nada. Uso mis copas de cristal todos los días y me pongo mi abrigo nuevo para ir al supermercado.
Ya no guardo mi mejor loción para fiestas especiales, la uso cada vez que me apetece hacerlo. Las frases “algún día...” y “uno de estos días”, están desapareciendo de mi vocabulario. Si vale la pena verlo, escucharlo o hacerlo, quiero verlo, escucharlo o hacerlo ahora.
Son esas pequeñas cosas dejadas sin hacer las que me harían enojar si supiera que mis horas están limitadas. Enojado porque dejé de ver a buenos amigos con quienes me iba a poner en contacto “algún día”; enojado porque no escribí ciertas cartas que pensaba escribir “uno de estos días”; enojado y triste porque no les dije a mis hermanos y a mis hijos con suficiente frecuencia, cuánto los amo. Ahora trato de no retardar, detener o guardar nada que regalaría risa y alegría a nuestras vidas.
Y cada mañana me digo a mí mismo que este día es especial... cada día, cada hora, cada minuto... es especial.

¿Estamos dispuestos a vivir así, cada momento como una ocasión especial que no se acaba nunca?

La culpa es de la vaca

viernes, 12 de junio de 2015

El perro y la pantera. Fábula

Un señor va de cacería al África y se lleva a su perro para no sentirse solo en ese lugar.

Un día ya, en la expedición, el perrito, correteando tras unas mariposas se aleja del grupo, se extravía y comienza a vagar solo por la selva. En eso que ve a lo lejos que viene una pantera enorme a toda carrera. Al ver que la pantera se lo va a devorar, piensa rápido qué hacer.....
Viendo un montón de huesos de un animal muerto, empieza a mordisquearlos. Entonces, cuando la pantera está a punto de atacarlo, El perrito dice:
- ¡Ah!, ¡qué rica pantera me acabo de comer!!
La pantera lo alcanza a escuchar y frenando en seco, gira y sale despavorida pensando:
- ¡Quien sabe qué animal será ese, no me vaya a comer a mí también!.
Un mono que andaba trepando en un árbol cercano y que había visto y oído la escena sale corriendo tras la pantera para contarle cómo la engañó el perrito:
- Cómo serás de estúpida. Esos huesos ya estaban ahí, además es un simple perro.
El perrito, que tenía el oído muy fino, oyó lo que el mono decía a la pantera. Después que éste le contó a la pantera la historia de lo que vio, ésta última muy brava le dice al mono:
- ¡Súbete a mi espalda, vamos donde ese perro a ver quién se come a quién!
Y salen corriendo a buscar al perrito. El perrito ve a lo lejos que viene nuevamente la pantera, y esta vez con el mono chismoso.
- ¿¿Y ahora qué hago??, piensa todo asustado el perrito.
Entonces, en vez de salir corriendo, se queda sentado dándoles la espalda como si no los hubiera visto, y en cuanto la pantera está a punto de atacarlo de nuevo, el perrito dice:
- ¡Este mono cabronazo!, hace como media hora que lo mandé a traerme otra pantera y todavía no aparece!
"En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento" Albert Einstein

Aplícate el cuento, Relatos de Ecologia Emocional.
Jaume Soler y Mª Mercè Conangla. Amat Ediciones